Entre la ‘Morenita’ y los ‘morenitos’

Nuestra Señora de la Candelaria Tenerife

Estos días he tenido una experiencia paradójica e inquietante. De esos momentos en los que se combina de manera paralela la alegría y la inquietud, la paz y la preocupación, el gozo y la rabia. Y no he podido discriminar como en otras ocasiones en las que, consiente o inconscientemente, uno dirige la mirada hacia donde no se encuentra el dolor. Tal vez porque la paradoja la produce el mismo fondo vital. Me refiero al grito tierno y popular de «viva la Morenita» que hemos escuchado tantas veces estas dos semanas con ocasión de la visita de la imagen de la Virgen de La Candelaria a Santa Cruz y a la Laguna. Morena por su color de piel que está más cercano al mundo africano que al indoeuropeo que caracteriza a nuestra mayoría social. Pero en paralelo he conocido la situación de los africanos del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría que, tras cumplir la mayoría de edad, son puestos en la calle, como decimos en Canarias, «con una mano delante y otra detrás». También son morenitos, que han intentado alcanzar el brillo de una sociedad mejor y que están en la «calle y sin llavín».

Lo fácil es poner la pelota en otro tejado, alimentando el revanchismo que busca culpables y aprovecha electoralmente las culpas. Pero, sea como sea, lo cierto es que están en la calle, que duermen en la calle. El proyecto «Café y Calor» de Cáritas Diocesana de Tenerife está desbordado y sin posibilidad de ofrecer más solución que una cena y una manta, y contemplar cómo se van sin saber a dónde ni cómo pasarán la noche. Todos somos conscientes de que se trata de un problema de difícil manejo y con múltiples implicaciones. Pero «algo habrá que hacer», pues se trata de un problema social y real. Si muy importante son los atascos matutinos en nuestra isla y la adecuación de las vías de comunicación, si muy importante es nuestro Estatuto de Autonomía, que lo es, por las calles andan seres humanos con un futuro incierto. Y este es un tema que merece también nuestra ocupación. Han cumplido la mayoría de edad, no son repatriados, no son regulares, para tener permiso de residencia han de estar tres años viviendo aquí, han de tener trabajo estable durante un año, o sea, la cola de la pescadilla que se muerde con giros de imposibilidad

¿No estaremos avocando a estas personas a delinquir? ¿Tal vez a ser mal tratadas? Son técnicos del ámbito social quienes me han comentado que tiene difícil arreglo. Pero difícil no es sinónimo de imposible. Como aquella frase usada como reclamo publicitario en la que se escuchaba decir: «Aquí lo difícil lo hacemos, lo imposible lo intentamos». Pues ya han de imaginar la paradoja de estos días. Morenita y morenitos. La imagen de María, que consciente de su situación irregular emigró a Egipto, siendo además madre de un pequeño. Y la imagen de unos inmigrantes irregulares que tocan a la puerta de «Café y Calor» despertando el sentimiento de impotencia en los voluntarios y trabajadores del proyecto. ¡Ay Señor!

El principio de la dignidad del ser humano se aplica al tema de la inmigración mediante dos criterios: por un lado «Todo ser humano tiene derecho a buscar condiciones dignas de vida para sí y para sus seres amados, incluso mediante la emigración»; por otro «toda nación soberana tiene derecho a garantizar la seguridad de sus fronteras y regular el flujo de inmigrantes». Pero estos principios hay que aplicarlos. Y en nuestras calles están ya. Padecen ahora. No es ficción; es realidad. Estoy casi convencido que más del 95 % de ciudadanos de nuestra sociedad desconocen este problema. Y, también estoy convencido que, hacerlo visible es ya más del 50 % de su solución.

           

                                                                                                       Juan Pedro Rivero (delegado episcopal de Cáritas Diocesana de Tenerife)

 

 

Actualizado 31 octubre, 2018